Viene a cuento el título por tres motivos, aunque no resulten evidentes.
Para empezar, nos hemos enterado por la prensa de este dato ... El 80% de las españolas quiere más sexo
Destaco de la noticia, reproducida en diversos diarios, estas frases ...
"... los resultados del estudio ponen de relieve que la mujer española "empieza a manifestar sus deseos, aunque otra cosa es que lo exprese en la cama o a su pareja".
"El egocentrismo del hombre, entendido como que se ocupa solo de su propio placer, es uno de los inhibidores de la mujer a la hora de mantener relaciones sexuales."
Y no diré más sobre la cuestión (cada uno y una que saque sus conclusiones), excepto que os dejo una vieja canción que no es de las mejores de un tipo a veces genial:
El segundo motivo está relacionado con aquella frase ... MENS SANA IN CORPORE SANO que me trae a la memoria un interesante texto, cuya lectura sugiero y al que se accede con un simple clik sobre el latinajo.
Y el tercer motivo es otra lectura. La que comencé ayer noche y que hace reflexionar. Lo que también es importante, porque no sólo de carreras y deporte se llena el tiempo libre.
Algo va mal. De Tony Judt.Colección:Taurus Pensamiento Páginas:256Publicación:15/09/2010Formato:13 x 21,5 Precio:19,00 €
INTRODUCCIÓN
GUÍA PARA PERPLEJOS
No puedo evitar temer que los hombres lleguen
a un punto en el que cada teoría
les parezca un peligro, cada innovación un laborioso
problema, cada avance social un primer paso hacia
una revolución, y que se nieguen completamente a moverse.
ALEXIS DE TOCQUEVILLE
Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material: de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro sentido de un propósito colectivo. Sabemos qué cuestan las cosas, pero no tenemos idea de lo que valen. Ya no nos preguntamos sobre un acto legislativo o un pronunciamiento judicial: ¿es legítimo? ¿Es ecuánime? ¿Es justo? ¿Es correcto? ¿Va a contribuir a mejorar la sociedad o el mundo? Éstos solían ser los interrogantes políticos, incluso si sus respuestas no eran fáciles. Tenemos que volver a aprender a plantearlos.
El estilo materialista y egoísta de la vida contemporánea no es inherente a la condición humana. Gran parte de lo que hoy nos parece «natural» data de la década de 1980: la obsesión por la creación de riqueza, el culto a la privatización y el sector privado, las crecientes diferencias entre ricos y pobres. Y, sobre todo, la retórica que los acompaña: una admiración acrítica por los mercados no regulados, el desprecio por el sector público, la ilusión del crecimiento infinito.
No podemos seguir viviendo así. El pequeño crac de 2008 fue un recordatorio de que el capitalismo no regulado es el peor enemigo de sí mismo: más pronto o más tarde está abocado a ser presa de sus propios excesos y a volver a acudir al Estado para que lo rescate. Pero si todo lo que hacemos es recoger los pedazos y seguir como antes, nos aguardan crisis mayores durante los años venideros.
Sin embargo, parecemos incapaces de imaginar alternativas. Esto también es algo nuevo. Hasta hace muy poco, la vida pública en las sociedades liberales se desarrollaba a la sombra de un debate entre los defensores del «capitalismo» y sus críticos, normalmente identificados con una u otra forma de «socialismo». En la década de 1970 este debate había perdido buena parte de su significado por ambas partes, pero, en cualquier caso, la distinción «izquierda-derecha» resultaba útil. Constituía un marco en el que situar los comentarios críticos sobre los asuntos contemporáneos.
En la izquierda, el marxismo fue atractivo para sucesivas generaciones de jóvenes, aunque sólo fuera porque ofrecía una forma de distanciarse del statu quo. Prácticamente lo mismo se puede decir del conservadurismo clásico: una fundada aversión al cambio precipitado constituyó el punto de encuentro para los renuentes a abandonar los usos establecidos. Hoy, ni la izquierda ni la derecha tienen en qué apoyarse.
Llevo treinta años oyendo decir a los estudiantes: «Para ustedes fue fácil: su generación tenía ideales e ideas, creía en algo, podía cambiar las cosas». Nosotros (los hijos de los ochenta, los noventa, del 2000) no tenemos nada. En muchos sentidos mis alumnos están en lo cierto. Para nosotros fue fácil -lo mismo que fue fácil, al menos en este sentido, para las generaciones anteriores a la nuestra-. La última vez que una cohorte de jóvenes expresó una frustración comparable ante la vaciedad de sus vidas y la desalentadora falta de sentido de su mundo fue en la década de 1920: no es casual que los historiadores hablen de la «generación perdida».
XXXVIII Volta a la Foia. Onil 27 octubre 2024
Hace 2 semanas
3 comentarios:
En el primer tema... Siempre nos quedará salir a correr...!!
En el segundo estoy absolutamente de acuerdo.. El ejercicio es totalmente imprescindible para nuestra salud mental...
Y en el tercero no lo sé.... No he leído el libro...
Saludos...!!
habrá que documentarse sobre los delfines...
Tres cuestiones, distintas y cada una más profunda, cosa a la que no le veo nigún iconveniente para poder llegar a sus profundidades.
Todo evoluciona y nosotros con ello.
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